Es un sitio idílico, para pasear, perfecto, con familia o sin, precioso por fuera e instalaciones de restaurant y cafeteria muy bien decoradas con maderas nobles y piezas talladas en maderas de una belleza excepcional.
Ahora bien, las habitaciones de clase "normal" no las "superiores", son bastante justitas. El espacio justillo y camas/colchón podíamos pensar en un cambio.
La parte más negativa se la lleva el servicio, no porque no fueran amables sino por las carencias como:
Pedí encender la chimenea/estufa de leña que tienen muy bonita en cafeteria, y como tienen la calefacción central a todo trapo, me dijeron que no. Era cuestión de poner algún tronquito y poder verlo arder que la sensación de comfort que genera mientras te tomas una bebida es espectacular.
También pedí si me podían preparar huevos fritos a la mañana y no tampoco podía ser que no tenían servicio cocina.
A media tarde al volver del espléndido trekking con raquetas, pedí si podían hacer algo de comer/tapear y no podia ser porque no tenían cocina. De justicia es decir que el camarero se la ingenió para ponerme en un plato un pincho de tortila con pan con tomate, estupendo y pudimos merendar.
El menú de cena lo ví justito, correcto de precio pero poco ambicioso, demasiado simple, me esperaba una cocina más elaborada. la cocina de Benasque es mucho mas espectacular.